Desarrollar una espiritualidad profunda con nosotras mismas, requiere depurar las imágenes internas con que hemos crecido.
Primero que todo, aquellas que nos han heredado los padres y aquellas que hemos aprendido a través del contexto que nos rodeó toda la vida.
Aquí, se torna clave transformar las imágenes que nos menoscaban y deterioran, obnubilando nuestra capacidad de ser reales y plenas. Llevándonos a una autoimagen parcializada de nosotras mismas, que nos hace creer que somos mucho menos de lo que realmente somos. Pues es aquí donde se enraízan las heridas antiguas que se proyectan una y otra vez en el presente.
Todo este proceso requiere como base el autoconocimiento profundo de nuestras imágenes internas, las que refieren a la historia con los padres y con la niña que fuimos. Tornándose clave además, depurar aquellas imágenes que nos posicionan en un lugar de nuestro linaje que no nos pertenece, como por ejemplo, cuando estamos atrapadas en una fidelidad invisible al destino doloroso de una ancestra o ancestro.
Cuando trabajamos en el programa terapéutico del training de sanación de memorias uterinas, hay un movimiento esencial que necesitamos realizar para mirar hacia la vida. Es el movilizar el bagaje transgeneracional heredado, de forma que este se torne un impulso para mi camino, una fuerza que me empuja y me sostiene.
Ya que la mayor parte del tiempo y previamente a la realización de un trabajo terapéutico, estas imágenes resultan ser una carga y cadenas que nos atan. Impidiéndonos ir hacia esa versión de nosotras mismas que deseamos habitar y fortalecer.
El proceso de transformar el bagaje ancestral, de ser una carga a un impulso, requiere paciencia. Y como todo movimiento profundo, necesita tiempo para enraizarse en los propios terrenos interiores.
Es por ello que esta transformación interna, requiere desarrollar las cualidades de honra, gratitud, aceptación y reverencia hacia el propio sistema familiar.
Lo que se desenvuelve a medida que el propio camino curativo nos va permitiendo desarrollar una mirada más amplia de todas las memorias que nos conforman.
Ampliar la mirada sobre nosotras mismas, también es sanar y esto refiere a un proceso de sanación profunda y sin retorno.
Tomo refugio en mi linaje
Una vez que me reconcilio con lo ancestral y antiguo heredado en mis memorias, y comienzo a experimentarlo como una fuerza que está conmigo y no como algo que está contra mí. Entonces puedo comenzar a fortalecer una imagen interna que me sostenga y me impulse en el avance hacia mi camino de vida, otorgándome la claridad y convicción necesarias para la realización de mis anhelos.
Esta nueva imagen se transforma progresivamente en el hogar interior. Un santuario íntimo, refugio de mi alma, que comienzo a cultivar con cada una de las herramientas que voy desarrollando, y así también, con cada una de las decisiones que conscientemente voy tomando.
Una vez que identifico en mí el hogar interno, mi tarea es cuidarlo y fortalecerlo como lo más preciado, y es aquí el punto crucial hacia donde necesitamos llegar.
El cuidar mi hogar interno, se desarrolla a través de un camino espiritual, íntimo y personal que se recorre a diario. Refiere a la forma en que me habito y la manera en que me relaciono con la naturaleza, con mi ser mujer, con los ritmos y con los procesos internos que van aconteciendo en mí.
La manera en que recorro mi camino espiritual, necesita ser auténtica y hacerme sentido. Ya que implica el cómo estoy cuidando de las sagradas tierras interiores, lugar en el cual mantengo mi fuego encendido. Este aprendizaje resulta fundamental para mí, puesto que con él custodio mis heridas, me regenero cada vez que lo requiero y practico el abrazarme a mí misma, maternando mis versiones frágiles y también a mi niña interna.
Mi hogar interno se fortalece cuando practico el arte de refugiarme en el linaje que me antecede. Enraizando la imagen interna de una fuerza ancestral más grande que nosotras mismas, que nos ampara, protege y guía en cada uno de nuestros pasos.
La práctica de esta imagen me permite desarrollar un camino espiritual basado en un vínculo sano y regenerativo con mi linaje antiguo y con ello comienzo a tomar contacto con esta fuerza cada vez que voy a dar un paso grande o pequeño en mi vida.
Incluso ante situaciones difíciles o conflictos internos por enfermedad, tenemos la posibilidad de invocar aquella fuerza superior y más grande, que siempre está disponible para ayudarnos y guiarnos en nuestras decisiones.
Esto nos enseña que realmente no necesitamos llevar el mundo a cuestas, no requerimos recorrer el camino desde la soledad y el sacrificio. Podemos aprender a dejarnos sostener desde los recursos, visibles e invisibles que están disponibles para nosotras.
El camino espiritual y así también el autoconocimiento, nos disponen de un sinfín de herramientas que podemos desarrollar con la finalidad de alimentar el santuario interior y cultivar una sabiduría profunda que nos acompañará en nuestros procesos de crecimiento cada uno de los días de nuestra vida.
Nuestra tarea es identificar estos recursos en el camino y cultivarlos de manera que puedan enraizarse como parte de nosotras.
Con amor inmenso
Ximena