Sanar la herida con la madre como rito iniciático de la vida

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Cuando transitamos el camino de transformarnos en mujeres conscientes y despiertas, la vida generosamente, nos va conduciendo a atravesar diferentes puntos clave de mirar en nosotras mismas.

Entre estos, se encuentra primero que todo, el punto maestro, la relación con nuestra madre, y la huella misma que ésta ha dejado en la propia alma, movilizándonos a ser de una forma determinada a lo largo de toda la vida.

El núcleo de esta impronta, está conformado por la relación de la niña que fuimos, con la madre que le dio la vida y/o la cuidó, tejiendo el arquetipo que conocemos como niña interior.

Desde esa experiencia primaria, se entretejen los hilos de una posible herida matriz, que en palabras simples, es el dolor de una niña al no sentirse vista, cuidada o amada como necesitaba serlo. La niña crece sintiendose sola y rechazada.

Y en caso de experimentar esta carencia emocional, esto comprende una brecha, que sentiremos como un impulso desde lo más interno y que toda la vida nos llevará a buscar diferentes maneras de compensarla.

De encontrarnos en un estado de no consciencia, intentaremos llenar la brecha de la herida matriz con apegos, obsesiones o adicciones, llevándonos incluso a sostener vínculos tóxicos que no hacen más que depredar nuestra vida, y fomentar el posible maltrato que nos hacemos a nosotras mismas.

Todas estas conductas, que corroen el verdadero potencial que ha de ser manifestado por nuestra alma, no son más que intentos ciegos e impulsivos de buscar amor de formas no sanas con tal de colocar algo en el vacío de la herida materna. Ya que ese vacío puede incluso sentirse como un abismo que nos conduce a la muerte.

Esto me recuerda muchísimo un planteamiento de Clarissa Pinkola Estés, en el cuál nos dice:

“Para empezar a curarte, deja de engañarte pensando que un pequeño placer equivocado te curará la pierna rota. Di la verdad acerca de tu herida y entonces comprenderás el remedio que le tienes que aplicar. No llenes el vacío con lo que te resulte más fácil o lo que tengas más a mano. Espera a encontrar la medicina adecuada. La reconocerás porque tu vida será más fuerte y no más débil”.

Sin embargo, quiero enfatizar que, si nuestra forma de compensar la herida es desde la lucidez y la consciencia, esta brecha será un impulso luminoso que nos llevará a conectar con los espacios idóneos para sanar y crecer, e incluso desarrollarnos más allá de lo que creíamos posible, llegando a conectar con un amor alquímico y expansivo.

Las heridas más profundas de toda mujer, son las que mayormente le transforman, sin embargo, para que ello ocurra es necesario estar lúcidas y dispuestas a transitar el camino.

 

Vasalisa la Sabia

En el cuento Vasalisa la Sabia, del libro Mujeres que corren con los lobos, Clarissa Pinkola Estés nos comparte la historia de una niña que es enviada a realizar un viaje en solitario a través del bosque oscuro y profundo con tal de encontrar el fuego.

Éste no es cualquier viaje, sino que representa aquel que la llevará a desarrollar los dones que le serán cruciales para lidiar con el siguiente momento de su vida. La niña está sola en la realización de este viaje, sin embargo, tiene un obsequio que le ha dado su madre antes de morir.

Ella lleva en su bolsillo a la muñeca Vasalisa, cuya voz la guía, siendo la representación viva de la intuición que le ha sido heredada.

Por ello es que, este cuento nos comparte un momento iniciático que cada mujer deberá atravesar para crecer, y si bien éste puede ser un viaje que puede parecer amenazante en principio, es un tránsito que necesita ser realizado.

Este viaje es el símbolo, de la evolución de la relación que toda mujer tiene con su madre, y por lo tanto, esto no sólo implica una transformación con el cómo se relaciona con su madre real, esto conlleva, por sobre todo, una purificación de las imágenes internas de la infancia y una maduración de la madre interior que cuida y guía, y que tiene los dones de la sabiduría, y la intuición.

Es así como, en el proceso de sanar y transformarnos como mujeres, evolucionamos de una madre interna dulce que cuida a la niña interior, a una madre sabia, feroz y salvaje que cuida a esa misma niña interna, pero también acecha y guía cada paso de la mujer adulta. Pues trae consigo los dones necesarios para atravesar incluso la sombra más densa y amenazante.


Sobre la madre demasiado buena dice Clarissa Pinkola Estés: “si permanecemos unidas demasiado tiempo a la madre demasiado buena, nuestra vida y nuestra capacidad de expresarnos se hundirán en las sombras, en lugar de fortalecernos nos debilitaremos […] El período durante el cuál disminuye [la madre positiva] de la infancia – y desaparecen también sus actitudes- es siempre un período de intenso aprendizaje”.


Por ello es que revisar terapéuticamente la relación con la madre, es un umbral importantísimo, es un rito de paso que conduce directamente a darnos a luz a nosotras mismas, en una versión sabia, sana y plena.

No obstante, es un tránsito largo y sinuoso, que nos enseña progresivamente la maestría de parir a nuestra mujer madura y sabia.

Sin embargo, parirse también es encontrarse con el arquetipo de la madre interna, lo que implica mirar todo aquello que traemos preconcebido desde la historia de vida con la propia madre y se relaciona totalmente con lo compartido más arriba, debemos mirar los hilos que tejen nuestra herida matriz y ver que tan abismante es la brecha materna.

Reconociendo todo aquello que nos haya podido faltar o doler, ya que eso que a simple vista parece una carencia, en realidad trae escondido el tesoro más trascendente que encontraremos para nosotras y que iluminará con mayor fulgor la propia vida.

Bert Hellinger nos comparte esta frase: “Gracias mamá, fue suficiente, y todo lo que me haya faltado ahora puedo dármelo yo misma”.

 

Los efectos del patriarcado en la herida matriz

Considerando que el patriarcado se encargó de poner en desmedro a las madres, a los valores femeninos, al cuerpo de la mujer y a la sexualidad femenina. Hay una herida profunda y dolorosa que traemos como mujeres, y cuando estamos deseosas de pasar al siguiente nivel de nuestra vida, es crucial que podamos reconocer el espectro de información que nos dejó la cultura en el cuerpo.

Cuando pasamos de un momento vital al siguiente, nos encontramos con todas las programaciones que nuestra propia madre nos entregó respecto a los procesos de gestación y nacimiento.

Cuando me enfrento a la posibilidad de parir una nueva versión de mí, también me estoy enfrentando a mi propia madre interior, ella es la que toma un respiro profundo y da a luz a la nueva mujer.

Un arquetipo de madre, débil, demasiado infantil o en rechazo hacia mi propia madre y lo femenino, puede conducirme a procesos de tránsito que me llevan a revivir una y otra vez mis heridas matrices. Experimentando incapacidad para sostener los procesos que necesitan espera y paciencia, o viviendo crisis de gran dolor, cuando estoy dejando atrás lo que ya no tiene vida, haciendo espacio para recibirme en una nueva y sana versión.

La madre como rito iniciático, nos muestra que como mujeres una y otra vez nos estamos enfrentando al desafío incesante de ser madres de nuestra propia vida de la forma más despierta posible.

De no transformar, sanar y madurar internamente la relación con nuestra propia madre, nos encontramos una y otra vez con sufrimiento y repetición de patrones dolorosos, que intentan llenar el vacío materno.

Lo más hermoso del proceso de sanación es que, esto es algo que puedo realizar dentro de mí, aceptando que a mi propia madre jamás podré cambiarla o salvarla de su propio dolor.

Por lo que, sanar la herida con la madre y darme a luz en una versión sana y madura, también implica reconocer y marcar los límites saludables, que nos llevarán a asumir el potencial genuino de nuestra propia vida.

Atravesar el rito iniciático de sanar la relación con la madre, es algo que lleva tiempo, e implica el reconocimiento y la transformación de las posibles heridas asumidas desde ella. No obstante también implica, el poder construir mi propia vida, sueños y felicidad, sin sentir culpa frente al destino que envuelve a mi madre.

El rito iniciático es profundo y disociativo, implica el doble movimiento de tomarla en el corazón y marcar un límite saludable con ella.

Aquí realizamos un duelo para dejar en el pasado el inmenso amor de la niña interna que desea salvar a mamá y verla feliz y realizada. Pues esta es una carga demasiado pesada para toda hija.

Por ello es que, sanar la herida materna finalmente, implicará tomar en el corazón, pero también conllevará desprendimiento y renuncia.

 

Con inmenso amor, Ximena

2 comentarios en «Sanar la herida con la madre como rito iniciático de la vida»

  1. Hola !! Que anticipación tan divina !!!
    Mi nombre es Laura y soy Argentina .
    Debido a la devaluación diaria de nuestro dinero quería preguntarles si pueden hacer algún descuento o facilidad .
    Admiro profundamente el camino de tantas hermanas chilenas !!

    1. Hola querida Laura, que alegría que te resuene esta clase. Te cuento que los cupos se completaron para el 30 de diciembre. En general ofrecemos becas y descuentos con anticipación a las inscripciones, por lo que si estás en la newsletter podrás enterarte y ser parte de la próxima fecha. Un abrazo inmenso, Ximena

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