Las 5 heridas emocionales de la infancia

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Antes de nacer nuestra alma elige las experiencias que transitaremos en la Tierra, y que por ende, nos guiarán en nuestros aprendizajes como humanas, llevándonos hacia la evolución.

Las primeras experiencias difíciles muy probablemente las vivimos con madre y padre. Desde la vivencia con ellos se genera nuestra herida matriz. Esta herida primaria nos produce un dolor tan intenso que necesitamos crear una coraza emocional que nos proteja de la posibilidad de volver a sentirlo. 

Cuanto más profunda es la herida que llevamos en el corazón, más rígida es la coraza que nos creamos para protegernos. Por una parte, esta coraza emocional nos permite crear, a través de patrones y creencias, un “falso yo” configurado como un personaje que se transforma en aquello que percibimos que los demás esperan de nosotros. Este falso yo nos ayuda a desenvolvernos en el mundo.

Así también esta coraza intenta esconder nuestra herida de los demás. A lo largo de la vida, existe en la mayoría de las personas un deseo de que el otro no se dé cuenta del dolor personal. Ocultamos la vivencia de la vulnerabilidad ante los ojos del mundo, cuando lo que más necesitamos para sanar es compartir nuestro dolor y validarlo ante los ojos de los otros que actúan como testigos compasivos de la historia personal. Habitar la vulnerabilidad es un movimiento clave en la sanación, hablar de nuestra herida es importante para validarla.

Dice Lise Bourbeau <Recurrimos a las máscaras para “ocultar”, a nosotros mismos o a los demás lo que aún no hemos podido resolver, y esta ocultación es una forma de traición. Pero ¿de qué máscaras se trata? De aquellas que acompañan a las heridas que precisamente se intentan enmascarar>.

Y ¿qué conforma a la herida matriz? 

En toda herida inicial, se encuentra un movimiento que no pudo ser realizado. Por ejemplo, el movimiento que necesitábamos hacer hacia la madre para tomarla en el corazón pudo interrumpirse a causa de muchas experiencias como el abandono, el rechazo o la indiferencia. Si este movimiento no se realizó una parte del alma se congela. Entonces, la coraza emocional tiene un patrón que nos lleva a de huir del mundo para separarse de él y esta es la estrategia con la que nos protegemos.

En este caso, ¿Te ocurre por ejemplo que cada vez que te sientes sensible, herida o vulnerable prefieres aislarte de los demás para disminuir tu sensación de dolor? 

Nos desconectamos de la madre y de las personas, para no sentir que las necesitamos y de esta forma la coraza emocional nos lleva a aislarnos repitiendo el patrón de soledad una y otra vez. En el centro de esta sensación reside la frase “yo solo me tengo a mí”.

Lise Bourbeau nos ofrece un trabajo profundo y excelente, que da a conocer las 5 heridas que pueden producirse en la infancia y sus respectivas máscaras. Cada persona puede tener variaciones de diferentes heridas, sin embargo, existe una herida predominante que determina la personalidad, configura la forma del cuerpo y nos lleva a ser quienes somos.

Ella dice: “La herida interior puede compararse a una herida física que desde hace tiempo tienes en la mano, pero que ignoras tenerla y cuya curación has descuidado; prefieres vendarla para no verla. Este vendaje equivale a una máscara. ¿Creíste que así podrías fingir no tener la herida? ¿En verdad creíste que esa era la solución?, por supuesto que no”.

A continuación te presento las cinco heridas emocionales que Lise Bourbeau descubrió en sus investigaciones.

La herida del rechazo: Lleva a la persona a sentir que no tiene derecho de existir. Desarrolla una máscara huidiza, en que duda de su derecho a estar en la vida y, por lo tanto, parece no estar completamente encarnada.

La herida de abandono: Las personas experimentan una profunda falta de comunicación con el progenitor del sexo opuesto. Se sienten no queridas y como resultado crean una máscara de dependientes. Con esta máscara las personas creen que no lograrán nada por sí mismas, por lo que tienen la necesidad de alguien más como sustento.

La herida de humillación: Surge cuando la persona siente que uno de sus padres se avergüenza de ella o así también tiene miedo a que se avergüencen de ella como hija o hijo. La máscara masoquista creada en esta herida lleva a que la persona inconscientemente busque el dolor y la humillación la mayor parte de las veces.

Herida de la traición: La persona vivió situaciones de manipulación de parte de sus padres, puesto que estos se centraban principalmente en sí mismos, por lo que hay una pérdida de confianza hacia ellos o expectativas que no fueron satisfechas. La máscara creada es la del controlador, que busca asegurarse de ser fiel y responsable, y garantizar que los demás mantengan sus respectivos compromisos.

Herida de injusticia: La persona no se siente apreciada o respetada en su justo valor o cree no recibir lo que merece. Puede traducirse en el sentir que se tienen más o menos cosas que los otros. La máscara desarrollada es la rigidez, mostrándose frías e insensibles para ocultar su gran sensibilidad.

Te dejo en las referencias el libro en el cual me basé para escribir este artículo, y en caso de que desees emprender un camino de desarrollo personal, te recomiendo hacer un viaje interno para definir tus heridas a través de las palabras que surjan desde tu propio universo simbólico. Primero que todo, precisamos descubrir los simbolismos que captó nuestro inconsciente cuando se inició el agujero negro de la herida matriz.

Con amor,

Ximena.

Referencias

Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. Lise Bourbeau. 

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