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El mundo nos muestra que ser autosuficientes tiene innumerables ventajas sobre la posibilidad de depender. Que cuanto más adelante salgas por tus propios medios, eres una mujer admirable y fuerte a la que nadie derrumbará. Una guerrera.
Pero lo cierto, es que detrás de toda esta autosuficiencia y “fortaleza” que vemos en muchas personas, se esconde una vulnerabilidad rechazada. Allí habita la niña del pasado que tuvo que desarrollar una estrategia al ocultar sus reales sentimientos, puesto que no tuvo junto a ella a un adulto testigo compasivo que validara sus emociones y le acompañara en su sentir. Estuvo obligada a hacerse la fuerte, desconectada de su sensibilidad y fragilidad.
En caso de haberte sentido profundamente sola de niña, tuviste que buscar la manera de protegerte a ti misma. Esa estrategia se trató de construir una barrera emocional, que te llevó a entender que únicamente te tenías a ti, por lo que la posibilidad de necesitar a alguien, sabiendo que no estaría ahí, resultó abrumador.
La autosuficiencia ha sido la forma de mantenerte segura y regulada.
Hoy el necesitar a otros te lleva a sentir la misma desesperación original de la niña que fuiste y que experimentaba el mundo como un lugar demasiado grande y amenazante.
Hacerse la fuerte y no mostrar cuota alguna de vulnerabilidad, era la manera de decir que para ti no había nadie en quien confiar y que las cosas que a ti te pasaban no eran importantes. El mundo se volvió un lugar donde cada quien se tenía que valer por sí mismo.
Cuando construimos estrategias de niñas para protegernos de lo que nos duele, estas continúan operando en la vida adulta. Por lo que el patrón de autosuficiencia creado en la etapa de infancia hoy se manifiesta en la dificultad para pedir ayuda y la creencia de que no hay nadie para sostenerte.
Por el tipo de vínculo que desarrollas desde este funcionamiento, estas creencias se confirman cada vez que alguien no pueda estar ahí por diferentes circunstancias y te reafirmas en que solo estás tú. Sin embargo, puede llegar ese momento que por tanto tiempo has obviado, y es cuando realmente experimentas la vulnerabilidad que te pone en el lugar incómodo de tener que pedir ayuda y que al no recibirla como necesitas, puedes tener una sensación de soledad profunda, tristeza, depresión e incluso pérdida de sentido.
Claramente, la suficiencia es maravillosa, nos permite tener un trabajo, generar dinero para mantener nuestra vida y saber que cualquier dificultad que atravesemos la podemos gestionar. Necesitamos sostenernos como adultas y responder con madurez a los desafíos de esta etapa de la vida.
Muchas veces desde este lugar de autosuficiencia podemos creer que cuidamos de manera excelente de nosotras mismas, por el hecho de ser independientes y cubrir la mayor parte de nuestras necesidades.
Sin embargo, esa autosuficiencia puede ser más bien una autoexigencia y esto está muy lejos del automaternaje.
Por lo que el problema surge cuando nos rigidizamos completamente en el patrón de sostenernos siempre por nosotras mismas, sin abrirnos a ser sostenidas, sin poder confiar o reconocer cuando nos experimentamos en vulnerabilidad. En este caso la sola posibilidad de pedir ayuda es un movimiento tan grande que parece abrumador, pues aquí aparece la niña que no desea volver a sentir la misma desesperación que experimentaba cuando precisaba de mamá o papá y estos no estaban disponibles o invalidaban sus emociones.
Es por todo esto que, la práctica del automaternaje precisa de algo mucho más elaborado que cuidar de mí y no necesitar a nadie. Este se trata de crear una red poderosa en torno a nosotras, en la cual se dé la reciprocidad de sostener y ser sostenidas, de cuidar y ser cuidadas. Para que nuestra vida esté cultivada por los afectos y el amor.
El automaternaje, requiere una placenta externa que nos enseñe a cuidar de una manera amable nuestra vida y en este sentido el que nuestra niña interna pueda sanar cualquier memoria de soledad que lleva en sí, es que en el presente nosotras también estemos acompañadas y le podamos mostrar a esta niña que ahora sí hay personas en las cuales confiar.
Para maternar a nuestra niña, precisamos que la madre interna que nos habita esté sostenida y maternada a la vez y en este sentido, los vínculos seguros juegan un rol crucial para que podamos dejar atrás el patrón de autosuficiencia desmedida que nos puede habitar.