Dicen los antiguos, que en la vida hay tiempo para todo. Así es, la existencia nos da la oportunidad de vivir y también de morir, embarcándonos e invitándonos a transitar dentro de ella, las estaciones internas, cuyos rincones están plagados de una riqueza que podemos tomar para continuar posteriormente caminando y percibiendo la vida desde nuevos filtros.
En este tránsito debemos comprender, que no hay un punto mejor que otro, ni estados que debamos procurar evitar (como los más sombríos), sino que todo ello forma parte de una existencia danzante que baila entre matices variados e infinitos. ¿bailamos?
Así es como este ritmo, se grafica muy claramente en la historia de Eva en Relatos del Cántaro, ya que el libro inicia con una invitación de su «voz interna», quien la impulsa a comenzar un viaje a través de su bosque uterino, lugar en el que deberá estar muy atenta con tal de no perder su alma y terminar siendo infiel a sí misma.
Este espacio surrealista del bosque uterino, lo percibo como aquel espacio que reserva todas nuestras memorias antiguas tanto biográficas, como transgeneracionales, pues es allí que está toda la información que respecta a patrones, creencias y el sin fin de historias ancestrales de nuestro árbol. Sin embargo, si te decides a caminar por ese bosque, notarás que hay un lugar más oscuro que el resto, donde tendrás que tener los ojos bien abiertos y los oídos bien agudizados, para percibir con claridad y no perderte en tu propio enmarañamiento.
El inframundo uterino conserva todo lo «no visto», lo silenciado, lo guardado como secreto y hasta lo enterrado y escondido bajo siete llaves. ¿Tienes el coraje para mirar aquello a los ojos e integrarlo en un espacio sagrado de tu corazón? Si tu respuesta es un sí, te invito a continuar leyendo.
Nuestra vida interna es un mundo totalmente misterioso y profundo ante los ojos de la superficie, pues su contenido llega tan hondo, que su fuerza lo conduce a proyectarse sobre la vida externa- visible, de esa forma por más que intentemos escaparnos de los inviernos del alma, el ritmo ineludible de la vida nos mueve en su danza entre la superficie y el inframundo, influyendo esto totalmente en el afuera.
Como mujer serpiente
me muevo ondulante e infinita
en un ir y venir
entre el cielo, la superficie y el inframundo
hasta que EN ese MOVIMIENTO
SUCEDE LA TRANSFORMACIÓN.
(Capítulo V. Alquimia en Relatos del Cántaro)
El mito griego de Deméter y Perséfone, que es una de mis historias favoritas en la mitología, es una maravillosa forma de interiorizar y comprender el ritmo de los tránsitos vitales y emocionales de la vida interna femenina, así como también, de la madre Tierra en sus estaciones y tiempos.
De esta forma, este mito nos ilustra la relación inherente entre el mundo interno y externo, hoy con la llegada del otoño en la parte sur del mundo tenemos una invitación a ir progresivamente hacia adentro, a mirar profundo lo que necesite un nuevo orden, para usar la misma maleza seca que fue arrancada para ahora encender el fuego interior y mantenerlo encendido hasta la siguiente primavera.
Cuenta esta historia, que un día Perséfone, hija de Zeus y Deméter, se encontraba recolectando flores por el bosque. Allí solía compartir su tiempo con otras ninfas, brujas y magas. De pronto una gran grieta se abrió en la tierra, apareciendo a través de ella: Hades, el guardián del inframundo, quien no le da opción de que ella misma elija su destino y la rapta, llevándosela consigo a lo más escondido y profundo del útero de la tierra.
Su madre, Deméter, por tan enorme sufrimiento que experimenta ante la pérdida de su hija, progresivamente se convierte en una anciana que vaga desorientada por el mundo intentando ubicarla. De esta forma, la naturaleza que es una extensión de ella, comienza a desvitalizarse sumergiéndose en un frío vital y creativo que arrasa con todo a su paso, secando las flores y ahuyentando las aves y mariposas.
Con el pasar del tiempo, Perséfone ya no puede retornar al mundo de arriba desde el rol de hija de su madre, ya que ella ha probado los frutos prohibidos del inframundo por voluntad propia, y esto le impide ser la misma de antes. Zeus al presenciar tal situación, llega a un acuerdo con Hades, dios del inframundo, para que Perséfone regrese desde las profundidades una vez cada año, pasando de esta forma una temporada en la superficie y otra en el inframundo.
Cuando ésta subía hacia la luz y se reunía con su madre Deméter, era tanta la felicidad que ambas experimentaban que todo se hacía fértil y la primavera brotaba desde la tierra. Cuando Perséfone debía nuevamente descender al inframundo, la tristeza de Deméter hacía que el otoño, la soledad y el frío arrasaran con todo a su paso. De esta forma el ritmo de las estaciones con cada viaje de Perséfone se hacía algo orgánico. Con la danza natural de Perséfone, nace el flujo de las estaciones.
Si tomamos la esencia prístina del mito de Perséfone es posible notar que desde tiempos antiguos nuestros antepasados notaron el ritmo natural vida-muerte-vida que lo envolvía todo, observándolo tanto en la naturaleza, como en nuestros paisajes internos.
El tiempo de Perséfone en el inframundo, se relaciona con los períodos de vida en que transitamos un dolor profundo, atravesamos un duelo o vivimos una pérdida total de sentido, por lo que, este tiempo nos invita a la introspección, el silencio, la soledad, el aislamiento y sobretodo el aprender maternarse a sí misma.
Estos espacios muchas veces surgen de forma natural, en los tiempos fríos de otoño e invierno y por supuesto, dentro de diversas crisis de vida, invitándonos a mirar lo que hay dentro para reordenarlo capa a capa, acción que requiere pausa y paciencia.
Sin embargo, si el descenso hacia el inframundo interno, es conducido desde una mala comprensión de nuestra energía, podemos malinterpretarlo, e identificar las crisis o tiempos difíciles como un problema qué hay que eliminar lo antes posible e incluso hacer como que no se está ahí y seguir funcionando de una forma no auténtica. Esto consume una gran cantidad de energía y desgasta enormemente.
Hay cosas que únicamente podremos ver desde el mundo de abajo, gracias al nivel de consciencia que este mundo profundo y silencioso nos otorga. El inframundo, es una de las Escuelas más difíciles de la vida, sin embargo, de las que más sabiduría nos deja, pues allí se ponen a prueba todas las herramientas que hemos aprendido.
Así también, el paso temporal a lo profundo del inframundo, simboliza el contacto con nuestras raíces, aludiendo a mirar todo a lo ancestral y antiguo, sin embargo, no es posible quedarse por siempre allí, cuando sientas que ya no soportas lo denso y pesado de esa inmensa oscuridad habitada, recuerda que una vida exuberante de fertilidad y la energía floreciente de Deméter esperan por ti, sólo espera a que sea el momento adecuado para tu alma.
Es por ello, cuando ya hemos estado lo suficiente en la propia caverna oscura, la Madre Tierra nos hace un llamado fuerte y claro, aquí es tiempo de regresar a la superficie, donde ahora todo brota y florece, pero aquí no debemos perder el foco, debemos recordar que las flores son hermosas gracias a la vida secreta y profunda que continúa bajo la tierra oscura y fría.
El retorno a la superficie en primavera, es una invitación a ofrendarnos, compartirnos, expandirnos, embellecernos, disfrutarnos y sentirnos tan radiantes y florecidas como un jardín. Este es el momento exacto para enraizarnos firmemente en el presente y materializar nuestros dones para compartirlos. El tiempo interno de primavera, es una fase para florecer en belleza y consciencia.
Finalmente, por más veces que a lo largo de tu vida, hayas estado bajo la tierra, es momento que desde todo ello tomes fuerza. Tal vez únicamente necesitabas muchos viajes a lo profundo antes de florecer. ¡Cuidado! No pretendas estar siempre arriba mirando la superficie, te perderás lo profundo, mágico y misterioso que hace todo ello crecer.
Abajo hay un mundo extenso que posee las claves para despertar a tu maga- alquímica dormida, aquella que una vez que retorne a la primavera, tiene muy claro que en algún momento descenderá nuevamente, pero mientras tanto, no se preocupa por ello, sólo comparte su luz con el mundo, esa luz que se ha ganado de viaje en viaje hacia sus sombras.
Con infinito amor
Por Ximena Nohemí
4 comentarios en «El mito de Perséfone y los ciclos vida-muerte-vida»
Me encanta como describes el inframundo! Un abrazo
Gracias por leerme hermosaaaaa!!